Sanatorio de Alcohete

Como la peste, el cólera, la lepra y la fiebre amarilla, a principios del siglo XIX la tuberculosis era una enfermedad de declaración obligatoria. Motivado por el impulso e implicación de su mujer a este problema social, el conde de Romanones donó los terrenos que había adquirido en 1920 a la construcción de un sanatorio antituberculoso en Alcohete. El proyecto fue encargado a Aurelio Botella, acreditado arquitecto dedicado a las construcciones hospitalarias y de sanidad privada en toda España en la década de los 40, autor entre otras de la Clínica Ruber y la leprosería de Trillo.

Cinco años tardó en inaugurarse el recinto, lo que evidencia el caos en el que se encontraba la sanidad pública. Fue durante la II República cuando adquirió su máximo apogeo. De propiedad estatal y gratuito para los enfermos, tenía 60 camas y habitaciones independientes, con una galería común para las curas al aire libre. El sanatorio estaba dedicado exclusivamente a mujeres y en su primer año de funcionamiento tuvo un enorme éxito, lo que obligó a realizar una ampliación detrás de otra hasta 1936. En una de ellas se invirtieron 84.567 pesetas, que por aquel entonces era un auténtico dineral.

Durante la Guerra Civil fue ocupado por tropas militares y habilitado como refugio antiaéreo para el cuartel general del IV Ejército republicano en retaguardia, encargado de proteger el sector oriental de Madrid. En este entramado de túneles que se conservan intactos estuvieron Juan Negrín, presidente de la II República; el anarcosindicalista Cipriano Mera o el coronel Segismundo Casado, que derrotó a las tropas italianas en la batalla de Guadalajara. Estructurado en galerías subterráneas, esta defensa consta de once cámaras, dos nichos y cuatro pasillos desde las que se accede a un complejo de habitaciones excavadas a una profundidad de diez metros.

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